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martes, 16 de febrero de 2016

EL VALOR DE LA VERDAD

Por Leonardo Parrini

Decir la verdad debería ser tan necesario y simple como respirar. Sin embargo, preferimos la asfixia de las mentiras y la turbiedad del engaño mediático que afirma y reafirma, incansablemente, la vieja fórmula de Joseph Goebbels: Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil.

La tendencia mediática de hacer afirmaciones sin responsabilidad previa ni ulterior, sin menor asomo de respeto público conculca el derecho democrático a una información de calidad. Los medios informativos rigen su quehacer comunicacional por la lógica del mercado y la acción política como actores protagónicos en constante implementación de campañas. Asumen el principio de que toda noticia es mercancía, o pieza de propaganda que debe ser popular y adaptar su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Promueven el mínimo esfuerzo mental del lector o del televidente para captar el mensaje. Presumen que la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, además de una gran facilidad para olvidar.    

Las mentiras mediáticas están a la orden del día. Se miente por acción u omisión de datos claves relacionados con un acontecimiento u honorabilidad de las personas. Una antología de afirmaciones temerarias, fruto de la fantasía desprovista de imaginación, podemos encontrar en las páginas de periódicos, informativos de televisión o radio. Las fuentes suelen ser diversas, calificadas o no, y el ambiente de rumor determina la viralidad de la mentira en las redes sociales que reproducen las falsedades del día. La malversación fraudulenta de la información tiene como propósito crear un clima de crisis, zona oscura en un país que, presuntamente, se derrumba en la desazón y la desesperanza. 

Tomamos al azar algunos hechos convertidos en “noticias” donde podemos identificar algunos temas recurrentes en las campañas mediáticas. Uno de las falsedades es que “en el Ecuador no hay ahorro”: es decir, hay gasto constante, en consecuencia de que entre los años 2000 y 2006 el ahorro público, es decir, la parte del ingreso que no se consume, correspondía al 5,9%, mientras que entre los años 2007 y 2014 la cifra aumentó a 10,2% y por tanto casi se duplicó. “El gasto público es elevado en el país”, es otra de las afirmaciones difundida en los medios. Al respecto, amerita la aclaración de que el gasto público de los años anteriores tenía un subregistro, ya que no tomaba en cuenta los desembolsos estatales para las siguientes instituciones: ISSFA, Superintendencia de Compañías, de Bancos y Telecomunicaciones, Contraloría General del Estado, Procuraduría, Casa de la Cultura, Orquesta Sinfónica y defensoría pública. Por esa razón el gasto corriente total del año 2006 fue de un 21,3% del PIB. En el año 2015 en que se contempla el egreso para las instituciones mencionadas, el gasto registrado fue de 44,1% del producto interno bruto. Un elemento clave es el concepto de inversión versus gasto. Ecuador no gasta, invierte en obras sociales de beneficio colectivo. Esa inversión estatal se ve reflejada en las cifras: en el 2006 el país invirtió S 1.900 millones de dólares (4,1% del PIB), mientras que esa inversión aumenta a $ 13.980 (13,9% del PIB) en el año 2014.

Otro de los “argumentos” predilectos del guión del “desastre nacional”, es que estamos en crisis y no se hace nada para enfrentarla. El Estado ha tomado medidas conducentes a disminuir el impacto económico por la caída de los precios internacionales del petróleo tales como reducir 2.200 millones de dólares del presupuesto general estatal, 1.000 millones al presupuesto de Petroamazonas, 75 millones del subsidio a los combustibles lo que suman 3.275 millones recortados en tiempos de vacas flacas. El país ha recibido ingresos adicionales por remisión tributaria del orden de los 639 millones de dólares, y otros 636 millones por concepto de salvaguardias, cifras que consolidan un ingreso de 1.275 millones de dólares.  

La realidad tributaria del país también es pasada por el cedazo mediático con afirmaciones abiertamente tendenciosas: “el Ecuador es el país que más paga impuesto a la renta, IVA y su carga tributaria supera a la de otras naciones”. Si comparamos, vemos que la presión fiscal en Europa es el 37,2 %, en América Latina asciende al 21,1% y en Ecuador es del 20% del PIB, es decir, pagamos menos impuestos que los europeos y vecinos americanos. Cosa similar sucede con el IVA que en Europa representa un promedio del 21,6% del valor de los productos transados en el mercado. En América Latina es del 20% de dicho valor y en Ecuador todos sabemos que sólo pagamos 12% de IVA. Consecuentemente, más del 90% de los productos que integran la canasta familiar ecuatoriana no pagan IVA. El Impuesto a la Renta es un caso relativo a los ingresos de cada ciudadano. Si una persona percibe un ingreso menor a los $2.295 dólares, no paga IR si presenta facturas de sus consumos para deducirlos del impuesto.  

El clima oscuro que trazan las campañas mediáticas incluye el argumento de un “bajo crecimiento del Ecuador”. El crecimiento económico del país fue del 3,9% entre los años 2007 y 2015, mientras que el crecimiento latinoamericano fue de un promedio de 2,9% en el mismo periodo. Basta constatar que el PIB ecuatoriano del año 2006 fue de 46.802 millones de dólares, cifra que creció dos veces hasta el 2014 y alcanzó un total de 100.917 millones de dólares de producto interno bruto. Estas estadísticas se reflejan en el bolsillo de los ciudadanos. Ecuador tiene la pensión promedio más alta de la región con 546 dólares; Chile con 281, Perú 333 y Uruguay 421 dólares. El Ingreso medio del Ecuador es el tercero más alto de la región con 574 dólares; Chile 667, Uruguay 588 y Perú 369 dólares. Decir la verdad es tan necesario como respirar aire puro. El valor de la verdad es oxigeno vital para un país que pretende mantener su armonía social y la convivencia democrática.

1 comentario:

  1. Felicitaciones, muy bien artículo, los datos fríos no admiten adjetivos.

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