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E c u a d o r - S u d a m é r i c a

lunes, 20 de abril de 2015

ORFANDAD INTELECTUAL


Por Leonaro Parrini

Vivimos en un territorio yermo, huérfanos de voces influyentes. Desarraigados de las ideas que incuben un condumio de verdades irrefutables. Baldío asoma nuestro país, como infructuosa es la región latinoamericana, en luminarias de la razón por estos tiempos. Ciertamente, tampoco es pan de cada día la presencia de intelectuales de influencia en la toma de decisiones del continente sudamericano. A diferencia de lo que consideran ciertos oficiantes del periodismo, o que algunos opinadores -en prensa y televisión- se distraigan pensando lo contrario, prima la supina pobreza en los espacios de trivialización consuetudinaria de la realidad social. El political show de la llamada “civilización del espectáculo”, es moneda común. Miseria transable en un juego de abalorios insustanciales que llena páginas, pantallas y alimenta el lobby de cocteles organizados, entre gallos y medianoche, para concertar contubernios y embustes a la orden del día. ¿Dónde están los editoriales enjundiosos, orientadores que, manejando categorías de análisis, echen luz sobre la opacidad intelectual de nuestro medio?

Ecuador padece del síndrome que Gabriel Zaid llama “el papel de los intelectuales”, esa especie en extinción que opina “periódicamente sobre asuntos de interés público -con énfasis en política económica- y es atendida por las élites. Si no le hacen caso los poderosos, nuestro hombre no es más que un inconducente opinador, un cantamañanas de página editorial: un inane profeta, un tertuliano”. Y de ellos está llena la viña del señor. Atrás quedaron los días del influjo intelectual del brasilero Fernando Enrique Cardoso, citado por moros y cristianos desde los años sesenta como exponente de la “celebérrima teoría de la dependencia económica”, que subrayaba desigualdades existentes entre el centro desarrollado y la periferia marginada, como una realidad perversamente contrastada del planeta. Tan potente fue la reseña cardosiana, que el propio Eduardo Galeano en su texto Las Venas Abiertas de América Latina, vuelve la mirada agitadora y persuasiva para develar la tramoya de aquello que vivíamos cotidianamente, “la historia del pillaje, los mecanismos del saqueo imperial”. Este “relato convincente de la experiencia local”, ejerce poderoso influjo puesto que, según Tony Judt, “como nadie más parece ofrecer una estrategia convincente para rectificar las desigualdades del capitalismo moderno, el campo ha quedado libre para quien ofrezca un relato que sea, a la vez, prolijo e iracundo”.

Fenómeno único y último en las letras latinoamericanas. A partir de entonces, prima la opacidad en el reino del pensamiento social, circunstancia que tiene reproducción a escala en cada país de la región. Como si fuera poco, a la exigua producción intelectual de nuestros países se suma la confusión deliberada que une, en una misma fanesca, a sirios y troyanos, a conspicuos representantes de la izquierda y de la derecha, extraviados en lo que Orlando Pérez califica de “necesidad de una armonía política, para enfrentar a un enemigo común”. Así no es de extrañar que en una misma fotografía sonrían pletóricos de fulgor unitario, “el socialcristiano Luis Fernando Torres con el socialista Enrique Ayala Mora…mucho menos que el ex trotskista, Fernando Villavicencio, se deslumbre con el exbanquero Guillermo Lasso, o que Lourdes Tibán se codee y celebre su matrimonio con altos dirigentes y legisladores socialcristianos, líderes de CREO y la élite mediática privada”, concluye Pérez.

Y no es que ocurra por estos lares lo que el politólogo norteamericano de origen japonés, Francis Fukuyama, denomina “la muerte de las ideologías”. Fukuyama, asesor del presidente de los Estados Unidos, sostenía en 1989 en el artículo titulado El fin de la historia, que estamos asistiendo “al último paso de la evolución ideológica de la humanidad”. La muerte de las ideologías y el fin de la historia, dieron inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto y en el cual las ideologías ya no son necesarias, porque han sido sustituidas por la Economía.

En lo concerniente a nuestro país, en concreto, las ideologías de “esas derechas e izquierdas, por separado, no han logrado derrotar el proyecto político en el Gobierno desde hace ocho años. Se unen para ese propósito, porque no encuentran otra forma de sumar, desgastar o minar las columnas vertebrales del llamado correísmo”. Lejos de desaparecer las izquierdas y la derecha, como sugiere Mauricio Rodas, “la izquierda necesita de la derecha”, -apunta Pérez-, “porque revela su incapacidad para hacer los cambios en una orientación anticapitalista, revolucionaria y por encima de ese prurito de la armonía y el consenso”.

Frente a la carencia de prestancia intelectual de los opinadores o la vaguedad endémica de nuestros analistas, ahora debemos tragarnos, sin chistar, la festiva amalgama de intereses extremistas de izquierda y derecha unidas que esperan no ser vencidas. Ahora hay que padecer, estoicamente, la inconsecuencia ideológica de una izquierda que necesita de la derecha y de una derecha que necesita de la puerilidad política para sobrevivir.

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