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jueves, 26 de febrero de 2015

VENEZUELA ¿LA HISTORIA SE REPITE?


Por Leonardo Parrini

La historia se repite una vez como y tragedia, otra como farsa. Esta sentencia histórica del marxismo clásico parece cobrar fuerza en Venezuela. ¿Qué historia es la que se repite en Venezuela? Sin duda la de Chile de los años setenta, cuando un golpe de Estado militar orquestado por las fuerzas conservadoras contrarias al régimen socialista de Salvador Allende, con patrocinio y financiamiento del gobierno norteamericano y sus organismos del Pentágono, pusieron fin al proceso de transformaciones sociales que vivía el país de la estrella solitaria. Que Nicolás Maduro no es Allende, ni Obama es Nixon, está claro. Sin embargo el símil de la situación venezolana con la crisis chilena que precedió al golpe militar chileno de 11 de septiembre de 1973, permite auscultar elementos comunes puestos en marcha en un proceso de desestabilización con carácter golpista en la tierra de Bolívar.

La intervención internacional en Chile en apoyo al golpe de Estado de 1973 que terminó con la vida de Salvador Allende y con el proceso revolucionario de ese país, se enmarca en un contexto en que EE.UU consideraba como prioritario de su geopolítica impedir el avance del socialismo y del marxismo en América Latina. El apoyo norteamericano a la contrarrevolución chilena consistió en aporte económico a medios de comunicación, partidos políticos y organizaciones opositoras, con el propósito de crear las condiciones para un golpe militar amparado en el creciente descontento de la población contra el régimen. En esa línea de acción se propiciaron y financiaron paros de sectores estrategicos como el transporte, empresas productoras de productos estratégicos, acaparamiento de víveres para provocar desabastecimiento, y de este modo generar el descontento ciudadano. Creación de organizaciones armadas de ultra derecha, como el grupo facista Patria y Libertad. Organización de asonadas de violencia callejera por parte de  estos grupos, con utilización de estudiantes secundarios y universitarios. Asesinato de personajes públicos, civiles y militares de alto rango para provocar la reacción de las FF.AA contra el Gobierno. Y finalmente, la ejecución del golpe de Estado, con la puesta en marcha de un plan de acción que incluyó reuniones secretas entre militares, sectores de oposición y agentes de la CIA norteamericana, acción que prosiguió con los ataques aéreos y terrestres a la sede de gobierno y posterior represión violenta durante 17 años de dictadura a los opositores al régimen de Augusto Pinochet.

Venezuela de Maduro

Venezuela en el 2015 enfrenta una crisis provocada por la oposición política que impulsa un proceso de desestabilización en ascenso, caracterizado en los actuales momentos por un clima de violencia generalizada y una marcada polarización de la lucha política. En todo proceso de contrarrevolución la violencia es un detonante que desencadena una escalada que no se detiene hasta conseguir los objetivos desestabilizadores. A la muerte de Hugo Chávez la oposición venezolana identificó los puntos débiles de un Nicolás Maduro -que aún no estaba maduro para gobernar- y, que con el paso del tiempo, no ha mostrado un liderazgo político capaz de consolidar el proceso revolucionario iniciado por su antecesor. De hecho, Maduro ha sido duramente criticado por el opositor Henrique Capriles como “corrupto” y por expedir una ley habilitante para gobernar al margen de la Asamblea Nacional con la que hizo posible el control de precios y uso de divisas. Con esa medida Maduro enfrentó lo que llamó “la guerra económica”, desatada por los sectores productivos que provocó el alza de precios y el desabastecimiento de productos básicos. El país bolivariano enfrenta una crisis con un 56% de inflación y escases del 28% de productos y alimentos básicos, según cifras de enero. El papel higiénico, la leche, el aceite y el café destacan entre los productos faltantes, en tanto el gobierno atribuye la escasez a un boicot de la oposición, pero los empresarios la consideraron “una consecuencia de políticas como el control de precios, de cambios y otras que espantan a los inversionistas”. Los comerciantes especulan estableciendo precios hasta 200 por ciento por encima del costo real a determinados productos de la canasta básica. Un informe sobre Venezuela señala que “el sector privado representa alrededor de 70 por ciento de la producción venezolana, es decir, una mayoría considerable que tiene parte en la estabilidad o inestabilidad económica de la nación. El conglomerado del sector privado, liderado por Fedecámaras y Consecomercio, ha sido históricamente contrarios al modelo socialista venezolano. Ambos organismos fueron parte del fracasado golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez. De hecho, el entonces presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, fue quien “tomó posesión” de la presidencia de Venezuela de forma arbitraria”. Lo cierto es que en 2014 fueron incautadas más de 28 mil toneladas de alimentos que estaban destinados al contrabando. Esta semana fue intervenida temporalmente la empresa distribuidora Herrera C.A. que acaparó en el estado de Zulia más de mil toneladas de alimentos y productos básicos. Hace pocos días fue intervenida la sede de esa empresa en el estado de Anzoátegui donde escondían rubros de necesidad básica por más de 45 días.

Un golpe en marcha

Uno de los hitos que marcó el inicio del actual clima de desestabilización fue el asesinato de la artista Mónica Spear, que puso la violencia en Venezuela en las portadas de medios internacionales. Las actuales sonadas de violencia callejera comenzaron en el estado Táchira, en el oeste del país. José Gregorio Vielma Mora, representante del Gobierno denunció el 6 de febrero que un grupo de estudiantes “asediaron su residencia con bombas, piedras y balas que generaron daños en la sede oficial, situación que causó la detención de un grupo de jóvenes de entre 16 y 20 años de edad”. En los siguientes días las protestas violentas continuaron con un saldo de tres muertos y decenas de detenidos y heridos. El ministro del Interior, Miguel Rodríguez, acusó directamente a políticos de oposición y a activistas de estar detrás de un plan que se gesta desde hace "bastante tiempo para conducir al país a una salida irracional, inconstitucional y violenta". La connotada periodista Eva Golinger,  en una inquietante declaración sostiene: Hay un golpe de Estado en marcha en Venezuela. Las piezas están cayendo en su lugar como una mala película de la CIA. A cada paso un nuevo traidor se revela, una traición nace, llena de promesas para entregar la papa caliente que justifique lo injustificable. Las infiltraciones aumentan, los rumores circulan como reguero de pólvora, y la mentalidad de pánico amenaza con superar la lógica. Titulares en los medios gritan peligro, crisis y derrota inminente, mientras que los sospechosos de siempre declaran la guerra encubierta contra un pueblo cuyo único delito es ser guardián de la mayor mina de oro negro en el mundo.

Nicolás Maduro en una reacción de molestia dijo: “Yanquis del carajo, a Venezuela se respeta” y emplazó a Barack Obama a que rectifique y ordene el caos de su acción política hacia ese país y que cese "la conspiradera y golpes de Estado". El alcalde de Caracas, el opositor Antonio Ledesma fue detenido por orden de la fiscalía por promover un presunto golpe de Estado en Venezuela. Miles de venezolanos se volcaron a las calles nuevamente para exigir su  liberación. Como prueba del eventual golpe de Estado, Maduro citó un documento firmado por Ledezma, el dirigente opositor Leopoldo López, encarcelado desde hace un año, y María Corina Machado, destituida de su escaño de diputada en 2014, denominado "Acuerdo nacional para la transición", difundido por la prensa local el pasado 11 de febrero y que plantea una serie de propuestas políticas y económicas. Los últimos hechos de violencia cobraron la vida del estudiante de 14 años Kluiverth Roa a manos de la policía, en un confuso incidente callejero que incrementó el clima de enfrentamiento.

Lo sorprendente es el “clamoroso” silencio internacional sobre la situación de Venezuela. Las reacciones de los países de la región son disimiles. Colombia, México, Brasil y España ensayaron una tibia condena. La CELAC manifestó “su preocupación y solidaridad” con Venezuela. Bolivia, Cuba y Argentina toman partido por la teoría conspiratoria auspiciada por EEUU. Unasur, a través de su presidente José Mujica, se pronunció en una ambigua denuncia: "hay el peligro de un golpe de Estado izquierdista en Venezuela, con lo que la defensa democrática se va al carajo”, dijo Mujica como Presidente de Uruguay.

El proceso venezolano evidencia una situación innegable: A América Latina le falta aún carne y hueso para defender principios de fondo y a los procesos de cambio con gobiernos que deciden separarse de la geopolítica norteamericana. Frente a la coyuntura en Venezuela no caben el silencio ni las posturas abstractas de solidaridad y preocupación, sin identificar a los responsables de la crisis. Una oposición aupada por intereses foráneos e internos frente a un gobierno que difícilmente mantiene control sobre la situación política local. Ojala los acontecimientos cambien el curso de una historia que de repetirse en Venezuela, será como tragedia.

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