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lunes, 22 de julio de 2013

¿ESTALLÓ LA TERCERA GUERRA MUNDIAL?

Por Leonardo Parrini

Estalló la tercera guerra mundial. Esta afirmación podría resultar tremendista, pero tiene visos de realidad en los entretelones de la actual situación internacional. Una reciente declaración emitida la semana anterior por el tribunal especial estadounidense para la Vigilancia de Inteligencia Extranjera que renueva la autorización a las agencias de seguridad para recopilar información telefónica de usuarios fuera de EE.UU, según informe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), así lo sugiere. Para algunos observadores EE.UU. “se autoriza” a espiar al resto del mundo en un escenario geopolítico internacional que escapa de su influencia, y en una situación de guerra cibernética no declarada, pero practicada en un territorio sin fronteras como versión de la tercera conflagración mundial.

El analista Jacob Appelbaum sugiere la impotencia de los Estados de derecho ante dicha situación: “Hay una falacia, sin embargo, en nuestro concepto del Estado de derecho. La falacia es la noción de que la ley pueda cambiar la realidad”. Es como si una ley por decreto prohibiera el cáncer. Appelbaum es coautor con Julian Assange, Andy Muller-Maguhn y Jeremie Zimmerman de un libro acerca de la criptografía y el futuro del internet: Cypherpunks. La publicación sugiere que en la actual infraestructura de telecomunicaciones mundiales hay normas “que son así de absurdas”, puesto que entre los técnicos del espionaje ejercen la misma eficacia que la ley sobre el cáncer. La situación pinta de tal gravedad, que incluso la legislación vigente en el Ecuador puede regular el uso del espionaje en indagaciones fiscales, pero no puede impedir que alguien fuera de la ley intercepte, almacene, analice y abuse de la vigilancia de las telecomunicaciones en la arquitectura del Internet de manera indetectable.

El aporte de WikiLeaks

Las lecciones que dejan las revelaciones de Wiki Leaks son claras. Vivimos una estado de guerra de alcance mundial en que el enemigo de la humanidad tiene la capacidad de interceptar las comunicaciones, sin autorización ni conocimiento de ninguna Asamblea o Parlamento, sin consentimiento de las empresas operadoras de Internet, o de telefonía pública o privada, y sin que medie supervisión gubernamental alguna. Se trata del más flagrante atentado a los derechos humanos, en el escenario de una guerra que rebasa el ámbito militar y convierte en víctimas a civiles inocentes. Los Estados de derecho del planeta hacen agua ante la posibilidad de palear la tormenta del espionaje que arrasa como un tsunami la privacidad de miles de millones de ciudadanos en el mundo.

“En Ecuador, las comunicaciones de todos los ciudadanos se mantienen vulnerables para que unos pocos puedan ser espiados”, revela Jacob Appelbaum. Y la impotente situación del país lo vuelve vulnerable a los ataques en esta guerra mundial absolutamente desigual librada sin previo aviso, sin códigos de ética y sin las posibilidades ciertas de contrarrestarla a corto plazo. Más aun, cuando las posibilidades teóricas de que las resoluciones de los tribunales nacionales o internacionales sobre espionaje puedan tener carácter vinculante o obligatorio con son nulas y falaces. En otras palabras, las computadoras no entienden de leyes y quienes las operan en la práctica del espionaje, tienen la consigna de obtener datos, analizarlos y almacenarlos con fines bélicos. Las limitaciones impuestas por las leyes de las naciones a nivel continental y mundial, sólo surten efecto dentro de los marcos legales de cada país; por tanto, no existen en el mundo de los espías electrónicos norteamericanos o europeos que operan en un plano paralelo y extralegal.

¿Cómo entonces el Estado de derecho puede anteponerse al estado de guerra mundial?

Esa es la pregunta que subyace en el enfoque de Julian Assange en un coloquio al que invitó a prominentes expertos en el tema de protecciones y seguridades cibernéticas. Si las leyes son impotentes, ineficaces o inaplicables, es el momento entonces de pasar a una acción técnica más allá de lo legal, pero amparada en nuestros sistemas de justicia. La criptografía es la tecnología aplicada de la ciencia de los códigos que constituye una alternativa para el continente y el mundo que permite contrarrestar, o poner fin, a los ataques en la tercera guerra mundial librada en el espectro de la primera conflagración internacional cibernética.

Se trata, además, de modificar la legislación ecuatoriana para que permita que empresas, gobiernos, personas y otros grupos puedan asegurar sus comunicaciones del lado de la emisión a la recepción. Esto se llama end-to-end (punto a punto), sostienen los expertos. Tal vez sólo así estemos menos desprotegidos en la guerra que tiene como campos de batalla las audiciones telefónicas y el espionaje redado en Internet, cuya arquitectura debe ser cambiada, al menos en América Latina y Ecuador, para romper con la dependencia internacional y hacer frente al clima bélico impuesto por EE.UU.

Hoy estamos buscando ideas revolucionarias que podrán cambiar el mundo de mañana, dice Julian Assange. Un mundo en el que debemos garantizar tres libertades básicas: libertad de comunicación, de movimiento e interacción económica. Assange sugiere que con la transición de nuestra sociedad al Internet la libertad de movimiento personal quedó inalterada, la libertad de comunicación ha mejorado mucho, en cierto sentido, porque ahora podemos comunicarnos con muchas más personas, pero ha empeorado porque ya no existe privacidad y nuestras comunicaciones pueden ser espiadas, guardadas y utilizadas contra nosotros en una militarización de estas interacciones. Julian Assange manifiesta, además, que “se está llevando una guerra furiosa por el futuro de nuestra sociedad, invisible para la mayoría de la gente”. Hace 10 años esto parecía fantasía y se pensaba que era cosa de paranoicos, hoy es una fría realidad. Frente a este tenebroso panorama, acaso si existe la mínima posibilidad de que sólo sea una pesadilla: no podemos estar todos locos.

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