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martes, 5 de marzo de 2013

PABLO NERUDA: ¿ASESINADO EN LA DICTADURA DE PINOCHET?


Por Leonardo Parrini

…el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Estos versos de Neruda que corresponden a su poema Solo la muerte, fue anunciación premonitoria de lo que iba a ser su propia muerte, acaecida el 23 de septiembre de 1973, pocos días después del golpe de Estado militar que derrocó al Presidente Salvador Allende. Días aciagos, sin duda, para el poeta y para miles de chilenos que veíamos sucumbir la patria, encendida la hoguera fascista de la dictadura impuesta a sangre y fuego por los militares encabezados por Pinochet.  

El vate por esos días había escrito en su bitácora impresiones de lo que se vivía en el país. En su refugio de Isla Negra, sentado en su mesa de trabajo frente al ventanal desde donde dominaba el horizonte de un mar de mercurio, gris y estático como la muerte, hablo de las tantas muertes que sucedieron en las máquinas y en las fábricas, en las plazas y en los cuarteles, en las mazmorras de tortura y en los estadios convertidos en campos de exterminio por la dictadura militar.

Escribo estas rápidas líneas para mis memorias –registró Neruda- a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte a mi gran compañero el presidente Allende. Su asesinato se mantuvo en silencio; fue enterrado secretamente—sólo a su viuda le fue permitido acompañar aquel inmortal cadáver…Aquel cadáver que marchó a la sepultura acompañado por una sola mujer que llevaba en sí misma todo el dolor del mundo. Aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las ametralladoras de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile.

Esas fueron las últimas líneas escritas por Neruda en su cuaderno original que darían forma al libro Confieso que he vivido, sus memorias. Nueve días más tarde murió y la versión difundida como causa de su muerte fue que un cáncer de próstata lo había abatido. En ese momento, de represión y confusión, Neruda fue sepultado sin los adioses de rigor, y sin que nadie cuestionara la versión de su muerte.

A inicios de la década de los noventa, en 1992, desplazada la dictadura militar por un gobierno civil, los restos de Pablo Neruda fueron exhumados y velados con honores en el Salón de Honor del antiguo Congreso Nacional en Santiago de Chile. Posteriormente, fueron enterrados junto a Matilde Urrutia, su mujer, en la localidad de Isla Negra, en la propiedad del poeta frente al mar.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Y el suyo, cadáver inmortal, será exhumado por segunda ocasión; esta vez para determinar las causas de su muerte. La decisión fue tomada por el juez Mario Carroza, al tenor de una investigación judicial para esclarecer las circunstancias de la muerte de Neruda. La diligencia  responde a la inquietud generada por la versión dada, en mayo del 2011, por Manuel Araya Osorio, chofer y asistente del poeta, a la revista mexicana Proceso, en la que declaró que Neruda habría sido asesinado tras aplicársele una inyección letal en la clínica donde fue internado días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile.

A 40 años de la muerte del Premio Nobel chileno, la revista digital El Mostrador anuncia la exhumación del cadáver de Neruda, noticia que fue confirmada por la Fundación Pablo Neruda, a través de un comunicado: “La Fundación ha expresado en todo momento su voluntad de colaborar con la investigación que lleva el ministro Carroza y confía plenamente en que la pericia se llevará a cabo con el mayor respeto y cuidado posible. Espera, asimismo, que el examen tanatológico contribuya a aclarar las dudas que pudieran existir respecto de la muerte del poeta”.

Pronto es otoño en Santiago. Y la presencia de Pablo Neruda nuevamente emerge en la memoria de los chilenos. Esta vez es de esperar que el próximo invierno que viene con la mirada de la muerte que es verde, con la aguda humedad de una hoja de violeta y su grave color de invierno exasperado, depare el sosiego imperecedero al poeta frente al mar de Isla Negra.
 

1 comentario:

  1. DESCENSO

    Por: Jairo Bohórquez Guillén

    Luché
    por quitarme los clavos,
    cuando al fin pude
    bajar de la cruz,
    no encontré piso.

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