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sábado, 12 de mayo de 2012

JAIME CUESTA, PARA LARGO...

Fotografía Leonardo Parrini

Por Leonardo  Parrini
La última vez que lo entrevisté fue durante el programa de televisión Rastros y Rostros que hacíamos para el canal ECTV, en los estudios de CIESPAL. En esa ocasión Jaime me dijo que él se iría “por corte, no por disolvencia”. Y así se nos fue Jaime Cuesta, inesperadamente, como todo ser humano que consideramos necesario para siempre.

Conocí a Jaime el verano del 77 en un encuentro de trabajo en el hangar del set de su productora Cuesta Ordoñez, que en esos años era un referente ineludible de la producción audiovisual criolla. A partir de entonces, nuestra amistad que nació en la tramoya de un oficio que nos apasiona a los dos, siguió un guión marcado por el afecto y el respeto mutuo.  

Jaime era un hombre de andar pausado, de mirada profunda y sincera, que siempre disponía tiempo para sus amigos, o para los usuarios de sus equipos que alquilaba si no estaba produciendo una película o filmando comerciales para la televisión. Aquella época no despuntaba aun la tecnología digital y había que ser creativo con recursos, muchas veces artesanales, para producir efectos especiales y vestir la pantalla. En eso Jaime era muy recursivo como realizador, antes de convertirse en “el primero en producir una cinta en video digital”.  

Hijo de pionero

La tarde que lo entrevisté en su estudio, conocí más a fondo el pensamiento de este hombre singular, buen amigo de sus amigos y padre ejemplar. De aspecto enjuto su humanidad entonces ya acusaba los estragos de la diabetes que lo coartó casi toda su vida. Jaime esa ocasión confesó ser “el hijo de un pionero del cine ecuatoriano, que desde los seis años creció enredado en cintas”.

Había aprendido el oficio de su padre, Agustín Cuesta, cuando aún era un niño.  En los inicios de su aprendizaje acompaña a don Agustín en periplos que éste hacía por los pueblos del país, proyectando imágenes en “improvisadas salas” que fueron el antecedente del cine de barrio ecuatoriano. Las condiciones eran tan precarias que -Jaime siempre recordaba- era preciso  “empeñar la cámara y con el dinero obtenido, sacar de la casa de empeño el proyector” y de ese modo hacer su trabajo.

De su padre heredó la mística y la técnica de producir imágenes documentales, oficio que Jaime ejerció hasta el día de su muerte. En su amplia trayectoria existen más de 80 realizaciones, pero destaca el largometraje Dos para el camino, protagonizado por los actores Ernesto Albán y César Carminiani, rodado en 1981 como primer filme on the road ecuatoriano. El filme Flores Secas, es otra de sus producciones con difusión a nivel internacional.

Si algo define a Jaime Cuesta fue su inclaudicable afán de impulsar el cine ecuatoriano. Nunca escatimó esfuerzos a la hora de colaborar, orientar y, muchas veces, proporcionar recursos a quien le solicitara una mano amiga. En ese sentido Jaime fue un ser humano y un colega que derrochaba generosidad.


Jaime sentía que su vocación era, esencialmente, la de un educador con una cámara en la mano.  En sus filmes enseñó un Ecuador con identidad y valores propios, con un lenguaje al alcance de la comprensión de todos y en un estilo narrativo costumbrista, sin embargo, bajo una mirada universal que dejó entrever su profundo sentido humanista.

Jaime Cuesta, al partir, habrá evocado sus propias palabras dichas durante nuestra última entrevista: “soy ateo y no debo rendir cuentas a nadie, las cuentas las rendimos aquí y hemos hecho lo que pudimos”. Luego su vida se apagó súbitamente, como la última imagen de un filme con final doloroso, para quienes nos habría gustado contar con nuestro amigo para largo.

Ver entrevista realizada a Jaime Cuesta en programa Rastros y Rostros:
http://www.youtube.com/watch?v=haJfFFwTnfk