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domingo, 4 de septiembre de 2011

LA ISLA DE ROBINSON CRUSOE, MÍTICA EN LA TRAGEDIA


Por Leonardo Parrini

El accidente aéreo de la nave Casa 212 de la FACH, con un saldo de 21 personas fallecidas, ocurrido en la isla chilena de Juan Fernández, célebre por la presencia de Robinson Crusoe en sus costas localizadas a 650 kilómetros al occidente del continente, genera opuestas lecturas de un hecho donde la realidad una vez más es rebasada por la cobertura mediática. 

Seis de las víctimas del accidente, lideradas por el empresario Felipe Cubillos, formaban parte de la organización Desafío Levantemos Chile que iba hacer seguimiento a la reconstrucción de escuelas en la isla Juan Fernández, arrasada  por el tsunami de febrero del 2010. Un equipo de prensa de TVN Chile de 5 profesionales, encabezado por el conocido comunicador y presentador Felipe Camiroaga, 2 miembros del Consejo de Cultura, 6 tripulantes al mando de la piloto Tte. Carolina Fernández  y dos efectivos de la FACH integraban la nómina de personas que abordó la nave que se estrelló en el mar,  luego de intentar aterrizar por dos ocasiones en condiciones climáticas muy adversas.

Ante estos hechos la prensa chilena e internacional montó un operativo de trascendencia mundial con una cobertura ininterrumpida y entrevistas a voceros de diferentes instancias del estado chileno, Marina, Fuerza Área, Ministerio de Defensa, Presidencia de la Republica que, a través de intervenciones en vivo iban construyendo la trama de los hechos, no sin evidentes contradicciones.

El país y el mundo asistía asombrado a otra jornada que, al paso de las horas cobraba dimensiones mediáticas similares a las que se dieron en el caso de los 33 mineros chilenos. Y con ingredientes calcados: un país unido por la desgracia que reacciona, emocionalmente, enviando mensajes de “fuerza y unidad” ante mundo. Un régimen político que se suma a ese sentimiento para mitigar su imagen deteriorada, después de un enfrentamiento de dos meses con los estudiantes. Sentimiento popular que es asimilado y direccionado por los medios, que incluye la creencia popular de que existan sobrevivientes bajo la premisa de que “la esperanza es lo último que se pierde”, pese a que todo apuntaba a un siniestro aéreo donde es imposible que alguien sobreviva ante lo violento y destructivo del impacto de la avioneta sobre un mar embravecido.

Los otros elementos del escenario mediático están allí y recorren el mundo a través de las cadenas informativas. La reacción gregaria de los chilenos ante las tragedias colectivas, su actitud solidaria que se traduce en romerías de peregrinación, cadena de oración con encendido de velas y ofrendas florales  y escenas de llanto en los sitios de los hechos, que son captadas por las cámaras bajo una lluvia pertinaz.

Un presidente Piñera con rostro compungido enfrenta los medios, esta vez para expresar “su pesar” y dejar en manos de su Ministro de Defensa, Andrés Allamand,  la interpretación técnica de los hechos que, pese a todas las evidencias, nunca habla del estrellamiento de la nave en forma clara, no obstante que ya se han encontrado restos de la nave destruida,  y luego se refiere a los pasajeros como “desaparecidos”

Con paso de las horas el sentimiento mítico de la gente crece y ya se habla de las víctimas como “héroes”, con un fervor propio que explica por qué los seres humanos somos tan proclives a la creación de ídolos, a la búsqueda de referentes y deidaes que nos rediman de nuestros males. A eso se suma la negativa de aceptar la realidad y forjar desproporcionadas expectativas en torno a la milagrosa posibilidad de que los pasajeros de la nave destruida sobrevivan y se escriben carteles como “si los 33 vivieron por qué no los 21” o “fuerza, estamos con ustedes”.

La otra lectura del mismo hecho

Una lectura serena de los hechos nos llama a separar lo mítico de lo real. Se trata de un accidente tremendamente lamentable, por la pérdida de valiosas personas que iban a la isla de Juan Fernández en una campaña de ayuda social, profesionales que mueren cumpliendo una loable labor de reconstrucción e información en beneficio de la comunidad.

Cierto es también que los medios saben ya lo que vende en Chile, tanto como en el exterior, y organizan jornadas de cobertura que dejan de ser solo informativas,  para convertirse en teletones ininterrumpidas por días, donde todo el mundo emite opiniones, sin estar debidamente informado, generándose una ola comunicacional que no distingue lo verdadero de lo falso.  

Chile muestra en estos casos sus virtudes y defectos, a flor de piel. Un sistema de rescate en manos de la marina chilena, que técnicamente deja ver sus costuras: se dijo que la baliza de la nave, que es un mecanismo de alarma y ubicación satelital, se activó ante el impacto y comenzó a emitir señales  como evidencia de que el avión se estrelló. La señal, dicen los expertos, no es sonora del tipo auditivo sino del tipo data y de moderna tecnología; no obstante, en los primeros momentos se informa que ese aparato está flotando en el mar “porque no emite señales una vez sumergido”, luego se desmiente y se declara a la prensa que se trata de señales auditivas de un radio aficionado que captó el satélite y que, por tanto, no puede ser del avión. ¿Cómo puede haber un equívoco de esa naturaleza entre técnicos que se suponen profesionales en el tema?  
No deja de ser significativo que, pese a la enorme  tecnología desplegada por el operativo que incluye más de mil efectivos militares, sean los pescadores artesanales en sus pequeños botes, quienes rescaten a los primeros  cuatro cadáveres del mar. Recordemos, además, que los sistemas de alarma marítima no pusieron a tiempo en marcha un operativo de evacuación en el tsunami del 2010 donde se habrían evitado cientos de víctimas. Precisamente, fue el abuelo de un menor desaparecido en el tsunami quien encontró la primera víctima de avión destruido flotando en el mar.

Así entre, mitos y verdades, Chile enfrenta otra de sus  jornadas trágicas y mediáticas que recién empieza, aún falta lo más importante rescatar del mar a las 17 víctimas restantes del accidente y establecer en breve plazo las causas de un siniestro que enluta a 21 familias que deben ser resarcidas en sus derechos ciudadanos.

La  isla de Juan Fernández,  célebre por la presencia en sus costas del legendario Robinson Crusoe, no ha dejado de ser mítica, más aun en la trágica existencia de sus habitantes y advenedizos.

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